A FALTA DE ARGENTINOS, ATRAE CADA VEZ MÁS A TURISTAS DE OTROS CONTINENTES
Cada día, sobre las 11:00 de la mañana, el Barrio Histórico de Colonia es tomado por asalto por turistas. A esa hora llega el ferry de Buenos Aires con visitantes que pasarán el día en un tour que suele deslumbrar a quienes lo realizan.
Un grupo de veinte turistas japoneses recorriendo las adoquinadas calles de Colonia del Sacramento. |
Alemanes, suizos, franceses, norteamericanos, canadienses, japoneses, brasileños y chilenos son hoy los protagonistas en el casco antiguo de la ciudad con mayor historia y leyendas del Uruguay.
Se sabe: desde la puesta en vigencia de las manidas medidas económicas del gobierno de Cristina Kirchner, son muchas menos las voces -casi siempre altisonantes- de los argentinos que se escuchan por Colonia. Es que los vecinos de la otra orilla, los principales clientes turísticos de Colonia y el Uruguay todo, prácticamente no hacen sus escapadas de un día o de fin de semana a la serena, amable y siempre mágica Colonia del Sacramento. Si su presencia fue siempre notoria, su ausencia no lo es menos.
"En los 10 años que llevo como guía turística, nunca había visto una baja tan importante de argentinos", comentó a El País Marcela, una guía turística que el viernes acompañaba a un grupo numeroso de norteamericanos y que, en correctísimo inglés, explicaba la historia de esa ciudad seis veces fundada y disputada por portugueses y españoles.
A unos metros de Marcela, Alejandra lidiaba con 20 japoneses que miraban extasiados los muros aún en pie del Convento de San Francisco, como corresponde, a través del lente de sus cámaras fotográficas que no cesaban de disparar. Protegiéndose del sol con sombrillas amarillas de seda, las mujeres mayores del otro Oriente observaban asombradas el tamaño y el color de los añosos árboles de la Plaza Mayor. Sus maridos les sacaban fotos. Y en una ordenada fila caminaban, con precaución, para no tropezar, por las adoquinadas calles.
Reían y conversaban entre ellas. La más joven del grupo, con un pequeño micrófono en la mano relataba y grababa lo que iba viendo, al tiempo que se acercaba a la guía cuando -en inglés- les daba pautas de cómo distinguir una construcción española de una portuguesa.
Alejandra hace 18 años que se dedica a pasear y contar a los turistas los vaivenes históricos de Colonia; y si bien en lo personal el trabajo no le ha mermado significativamente, estima que la falta de visitantes provenientes de Buenos Aires superó el 50 por ciento este verano con relación a temporadas anteriores.
Entre el mediodía y las 19:00 horas (cuando el ferry regresa a la capital argentina), el Barrio Histórico es una fiesta. Una suerte de Babel extendida donde se oye hablar muchos idiomas y en la que sus visitantes no ocultan lo bien que se sienten y pasan.
Es que caminar por Colonia del Sacramento, sin más preocupación que verlo todo y no perderse detalle, resulta también para un montevideano una experiencia reconfortante. Allí no hay que preocuparse por la seguridad y mucho menos mirar con desconfianza al que pueda caminar cerca o enfrente por sus angostas calles. Todo está limpio y cuidado.
Tampoco importa la hora. Al caer el sol el Barrio Histórico en su conjunto se ilumina y es otra Colonia del Sacramento que emerge, tan disfrutable y mansa como la que resplandece a la luz del día.
La buena educación.
En estos tiempos en que los argentinos enfrentan restricciones y dificultades para viajar al exterior, es cuando la buena educación de los turistas y los anfitriones queda aún más en evidencia.
El viernes último, un grupo de seis mujeres porteñas sometió a un impertinente examen de matemática a un mozo de un restorán de la avenida General Flores. El comercio acepta pesos argentinos y las señoras de marras, cuyas edades promediaban los 60 años, pidieron varias veces que se les dijera en pesos uruguayos primero, en argentinos luego y en dólares después, el costo de los refrescos y jugos que habían consumido. El camarero sin perder la calma hizo todas las conversiones exigidas. No satisfechas, terminaron pagando cada una por separado y en tres monedas distintas. No dejaron un peso de propina. Pero la caballerosidad y paciencia del uruguayo que las atendió fue una lección de la mejor educación.
Un "boom" apagado.
Pero Colonia no se agota en el Barrio Histórico. La misma ciudad en el extremo opuesto ofrece una amplia y moderna rambla, en la que el "boom" de la construcción de estos años ha dicho presente.
Son edificios bajos con amplias terrazas que miran al Río de la Plata. Allí se puede contemplar el atardecer y, en las noches, el horizonte coloreado por las luces de Buenos Aires.
También el rubro inmobiliario siente por estas horas las consecuencias de la situación de Argentina. Las ventas de inmuebles se han detenido, frenando un creciente y constante proceso migratorio de argentinos que se afincaron en esta orilla para vivir una vida más tranquila y segura.
Nada es para siempre, aunque lo parezca. Es cierto. Tal vez por eso, hoy muchos de los comerciantes de Colonia no pronostican catástrofes, aunque no ocultan su preocupación y se limitan a comentar: "Vamos a ver qué pasa".
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Artículo publicado en El País
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