Los encantos de la más antigua ciudad del país
Conocer la primera fundación española en Uruguay es un buen motivo para visitar Villa Soriano. Pero esta Villa a orillas del Río Negro tiene muchas razones más que justifican llegar hasta allí, incluso antes que se ponga de moda, cuando celebren el Bicentenario de la Batalla de Soriano y del Grito de Asencio, aquél con el que dio comienzo nuestro proceso de independencia en febrero de 1811.
Una villa histórica y tranquila, muy tranquila
Edificios restaurados y bien pintados, pero también otros venidos a menos, y alguno incluso en peligro de derrumbe, componen un Monumento Histórico declarado por la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación en 1976.
La primera Capilla
Ubicada no en frente, sino en la propia Plaza Artigas, fue construida en el siglo XVIII y tiene un Cristo articulado y con pelo natural, único en Uruguay que es su principal atractivo, en especial, en Semana Santa cuando lo bajan de la cruz.
Toda la Capilla es muy interesante a pesar de su austeridad exterior: paredes de gran espesor que aún así tienen efectos de la humedad, figuras de santos tallados por indígenas ... y un túnel que nace debajo del altar y comunica con la Casa de los Marfetán, que algún día será abierto y quién sabe lo que se encontrará.
Un Museo por llegar y otro que hay que ver
En Villa Soriano hay dos museos. Uno más bien es una promesa anunciada: el Museo Maeso, que todavía está esperando el arribo de la mayor colección arqueológica del país. Cuando llegue, sin dudas, habrá que verla. Por el momento, su edificio es un ejemplo de restauración digno de apreciar.
El otro Museo es el Regional donde está reflejada prácticamente toda la historia de la Villa. Instalado en una casa colonial de fines del siglo XVIII reconstruida por el Coronel Marfetán en 1966, su contenido es fruto del aporte de los vecinos. Se puede encontrar de todo: cuadros, fotos, radios, vitrolas, una máquina de escribir Burroughs, faroles, teléfonos, parte de caparazón de gliptodonte, fósiles de milodón, piezas indígenas (flechas, afilador, vasijas), y documentos, por nombrar algunos.
Lo que también es imperdible, es el techo de esta casa, hecho con tirantes de palmera, y también su patio colonial, con aljibe incluido.
El otro Museo es el Regional donde está reflejada prácticamente toda la historia de la Villa. Instalado en una casa colonial de fines del siglo XVIII reconstruida por el Coronel Marfetán en 1966, su contenido es fruto del aporte de los vecinos. Se puede encontrar de todo: cuadros, fotos, radios, vitrolas, una máquina de escribir Burroughs, faroles, teléfonos, parte de caparazón de gliptodonte, fósiles de milodón, piezas indígenas (flechas, afilador, vasijas), y documentos, por nombrar algunos.
Lo que también es imperdible, es el techo de esta casa, hecho con tirantes de palmera, y también su patio colonial, con aljibe incluido.
Una casa con muchas máscaras
Conocida como la Casa de las Máscaras, es uno de los lugares con más onda de Villa Soriano. Es una casa en cuyo frente Paco Arteaga, un artista que residió allí, colocó máscaras realizadas por él con arena y portland, decorándolas con caracoles y piedras. Las máscaras tienen una estética muy particular, algunas de las cuales bien podrían haber inspirado a personajes de la película de animación australiana Mery and Max.
Hoy viven en la casa su esposa de más de 90 años y su hijo, quien cuenta sobre estas originales creaciones a todos los que se acercan.
Hoy viven en la casa su esposa de más de 90 años y su hijo, quien cuenta sobre estas originales creaciones a todos los que se acercan.
El muelle y atardeceres para enamorarse
Los atardeceres de Villa Soriano son maravillosos. Es probable que viendo uno, José Artigas se enamorara de Isabel Velázquez (con quien tuvo cuatro hijos) durante los años que el Prócer vivió en la Villa.
Hoy hay un muelle que es una de las postales más conocidas del litoral uruguayo. Pero una cosa es verlo en foto, y otra muy distinta caminar por sus maderas disfrutando del río, sus barcos, aves, vegetación y colores.
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