El extremo este de Rocha, donde nace el sol de la patria, tiene algunos de los lugares más bellos, exóticos y diversos; todos imperdibles.
Si entrás en Castillos y al llegar al hospital seguís derecho, habrás ingresado al Camino del Indio. Recorrerás una zona de formidables paisajes y singular historia, antes de llegar al Potrerillo, una reserva natural que te está prohibido desconocer. Es una excursión muy recomendable … pero tiene el inconveniente que habrás pasado de largo por lugares tan imprescindibles como Punta del Diablo y el Parque de Santa Teresa. Pero no hay problemas, a la ida o a la vuelta escogé el camino más corto por la Ruta 9 y encontrarás dos entradas al paraíso, no sin antes haber comprado algún quesito casero, licor y miel de butiá en los puestitos que se suceden uno tras otro en las proximidades de Castillos. Tomate tiempo, no son lugares para ir por un ratito.
Punta del Diablo. Una rotonda espera al automovilista en el kilómetro 300; de allí sale el camino que termina junto al océano, en el abigarrado centro de Punta del Diablo. ¡Qué impacto! Originalmente fue un pueblito de pescadores que salían en busca del tiburón para transformarlo en bacalao a la uruguaya. Personalmente lo encuentro más suave y carnoso que el afamado noruego. El aroma de las lonjas saladas de tiburón colgado al sol inunda la zona y es apreciado como otra de las maravillosas singularidades del lugar.
Si bien en las colinas hay costosas residencias de veraneo, junto al mar todavía vive el auténtico pueblito que los pescadores construían con maderas que sacaban del mar. La informalidad territorial tendrá sus cosas, pero es innegable que le dio características únicas al lugar, tan alejado del concepto de confort como Aguas Dulces y Valizas y al mismo tiempo tan próximo a la naturaleza como es posible.
Si decimos que el balneario tiene una playa Mansa y una playa Brava, alguien podría asociarla con Punta del Este, pero debe ser la única coincidencia. La Mansa es una pequeña bahía resguardada del viento y cubierta de lanchas de pescadores; la Brava es brava mismo, extensísima y rodeada de dunas casi tan movedizas como el mar al impulso del viento, tan bienvenido en verano.
En la punta rocosa hay una feria artesanal que tiene al océano como protagonista. Es increíble la cantidad de artesanías que pueden hacerse con caracoles, mandíbulas de tiburón, estrellas de mar y objetos y maderas traídas por las crecientes. Los paradores también respetan esa tradición marinera, tanto en su ambientación como en sus menús, tan artesanales como todo lo demás.
Temprano en la mañana, ensillá el mate y andá a la Mansa a ver llegar las coloridas embarcaciones de pescadores. Acá es al revés, son los tiburones los que le temen al ser humano. Si lográs relacionarte con alguno de ellos tendrás historias increíbles de la bravura del mar, de los tiburones gigantes que deambulan perezosamente las profundidades tras el horizonte, de las tempestades, de cómo se sobrevive a un naufragio como se perece en él y de cómo convivir en una pequeña embarcación con escualos que todavía pueden dar una feroz mordida.
Te deberían dar ganas de caminar por la playa. Si rumbeás hacia el este llegarías al Cerro Verde que es uno de los atractivos del Parque de Santa Teresa y si te encaminás hacia el oeste podrás conocer el legendario Cerro de la Viuda. También podés alquilar caballos y carros para llegar a esos lugares atravesando ensenadas y paisajes. Desandando el camino de entrada a Punta del Diablo, podrías conocer la Laguna Negra, pero esa es otra historia.
Santa Teresa. Al historiador y arqueólogo Horacio Arredondo le debemos la restauración de esta fortaleza, la de San Miguel y la del Cerro de Montevideo. Todas ellas estaban saqueadas y destruídas, pero él inició una labor que se continúa impecablemente hasta el día de hoy, todas ellas restauradas con profundo respeto por la historia. Santa Teresa es también un gigantesco parque de 1.050 hectáreas con entrada en el Km. 302 de la Ruta 9, con innumerables atractivos uno de los cuales es la formidable forestación con especies nativas y exóticas. Tiene un Invernáculo, Sombráculo y pequeño zoológico que son tan imperdibles como sus playas oceánicas, algunas tan bravías que son buscadas por los amantes del surf y otras mansas adecuadas para el descanso en familia.
Del otro lado de la carretera, un camino conduce dentro del parque, hasta las orillas de la Laguna Negra o de los Difuntos, donde las puestas de sol resultan inolvidables.
Buena parte del parque está habilitado para camping, para lo cual hay que solicitar un módico permiso en la Capatacía, lugar donde también existen todos los servicios necesarios para una buena estadía. Hay igualmente cabañas, aunque es sumamente difícil poder reservar alguna de ellas.
San Miguel. Españoles y portugueses, a veces con la mediación del Papa y otras veces sin ella, se disputaban esta región del mundo tan importante como que era el acceso obligado al Río de la Plata. A diferencia de Santa Teresa, en San Miguel son dominantes los rasgos portugueses de construcción, pero ambas pasaron de mano en mano durante mucho tiempo. El Fuerte de San Miguel está a unos 9 kilómetros del Chuy y también se compone de un vasto parque apto para el camping, aunque sin demasiados servicios. Tiene en cambio un lindo museo y la posibilidad de tomar excelentes fotos panorámicas.
Frente al fuerte se localiza la Hostería Fortín de San Miguel, una edificación de 1945 pero con el mejor estilo colonial, contruída con piedra extraída del Cerro Picudo, en todo semejante a la fortificación. Posee 20 habitaciones y un salón de fiestas para 150 personas, así como una reconfortante piscina.
Chuy y Barra del Chuy. Al final de la Ruta 9 se encuentra la frontera con el Chuy. Más bien no se la encuentra, se la adivina como en el resto de nuestras fronteras terrestres con Brasil. Si nos encontramos en la vereda sur de la Avenida Internacional, estamos en el Chuy. Si cruzamos a la otra acera, llegamos al Xui brasileño. Claro que entre una y otra acera habremos tenido que sortear puestos callejeros que según como favorezca la relación cambiaria, nos ofrecen mercadería a los uruguayos o se la venden a los norteños.
Del lado uruguayo, un festival de freeshops, quesos y vinos; del lado brasileño la más increíble variedad de tiendas que se pueda imaginar, muchas atendidas por emigrantes de origen árabe, aunque también los hay coreanos y de múltiples nacionalidades. Podés hablar español o portugués, aunque si preferís cualquier otro idioma, es posible que te entiendan. En todo caso, algo te venderán aunque no se entiendan.
Hay varios hoteles y sobre todo, hay muchos “espetos corridos” desde los muy buenos hasta los muy malos. Hay que asomarse y mirar, pero no te pierdas esa curiosidad de mozos atizándote comida hasta que pidas por favor que no te atiborren más.
Para alojarse en verano, nada mejor que la Barra del Chuy, el lugar donde más o menos desemboca el arroyo que aquí sí, marca una frontera visible. De un lado el balneario brasileño y del otro su hermandad uruguaya, ambos con características diferenciales pero ninguno de ellos con aguas oceánicas memorables debido a la mezcla con la salida del caudaloso arroyo. Pero hay buenos hoteles y buenos campings, para un veraneo al alcance de casi cualquier bolsillo.
Eso sí, estate atento a lo que indica tu teléfono celular, en cualquier momento estás marcando en roaming sin haberte dado cuenta.
Direcciones útiles
http://www.portaldeldiablo.com.uy/modules/inicio/mainFrame.php
http://www.puntadeldiablo.com.uy/index-espanol.html
http://www.destinorocha.com
Las fotos de este artículo fueron insertadas por voluntarios en Wikicommons.org
Artículo publicado en El País.
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