Una explosión de buena música el lunes en el Solís |
El escenario está todavía a oscuras y la música irrumpe como una explosión. Cuando se encienden las luces el público ya está electrificado. Media hora después el show se acaba y todo el mundo queda pensando ¿qué pasó? Había pasado una hora y media. Noventa minutos de una música ecléctica, que pasaba del rock al jazz, a la canción romántica, a la rumba con aires gitanos, al baile, a las palmas, a la atmósfera íntima y serena. Había pasado el huracán Zaz, de las mejores cosas que pueden pasar. De lo mejor que ha pasado en la música desde que pasó Amy Winehouse.
Fue en el teatro Solís, el lunes de noche. Zaz es un secreto a voces. Las entradas se agotaron a los cinco días de puestas en venta. Sin embargo la cantante no aparece en radio y televisión por estas latitudes. Hasta hace pocos años se la podía escuchar en la calle o en una estación de metro parisina. Sus dos discos, Zaz y Recto verso, están íntegros en YouTube. Y también lo están algunas actuaciones callejeras, como la versión de Je veux (Yo quiero) con contrabajo y guitarra, que la pudieron apreciar algo más de seis millones de internautas.
De cualquier forma, en Montevideo nadie estaba preparado para lo que fue ese show. La mezcla de intensidad y calidad permanente del repertorio fue simplemente demasiado.
La voz rasgada de la francesa conmovió de principio a fin, en todos los registros, con virtuosismo por parte de las cuerdas, teclados y percusión de los seis músicos que la acompañaron. Ocupaba el escenario entero, bailando y saltando como si quisiera desprenderse de una energía desbordante, que la abrumaba. Se mantuvo en contacto directo con el público, en español, en francés y por señas. Hizo bailar y hacer palmas a todo el mundo, desde la platea hasta el gallinero.
Y los hizo escuchar muy buena música, con una voz muy dúctil y esa cornetita de jazz que armaba ahuecando la mano. Y también hizo sentir y pensar a los que entendían francés, con letras que hablan de solidaridad, de justicia y de un mundo alternativo al de la sociedad de consumo.
Fue en el teatro Solís, el lunes de noche. Zaz es un secreto a voces. Las entradas se agotaron a los cinco días de puestas en venta. Sin embargo la cantante no aparece en radio y televisión por estas latitudes. Hasta hace pocos años se la podía escuchar en la calle o en una estación de metro parisina. Sus dos discos, Zaz y Recto verso, están íntegros en YouTube. Y también lo están algunas actuaciones callejeras, como la versión de Je veux (Yo quiero) con contrabajo y guitarra, que la pudieron apreciar algo más de seis millones de internautas.
De cualquier forma, en Montevideo nadie estaba preparado para lo que fue ese show. La mezcla de intensidad y calidad permanente del repertorio fue simplemente demasiado.
La voz rasgada de la francesa conmovió de principio a fin, en todos los registros, con virtuosismo por parte de las cuerdas, teclados y percusión de los seis músicos que la acompañaron. Ocupaba el escenario entero, bailando y saltando como si quisiera desprenderse de una energía desbordante, que la abrumaba. Se mantuvo en contacto directo con el público, en español, en francés y por señas. Hizo bailar y hacer palmas a todo el mundo, desde la platea hasta el gallinero.
Y los hizo escuchar muy buena música, con una voz muy dúctil y esa cornetita de jazz que armaba ahuecando la mano. Y también hizo sentir y pensar a los que entendían francés, con letras que hablan de solidaridad, de justicia y de un mundo alternativo al de la sociedad de consumo.
Nace una estrella
Su nombre es Isabelle Geffroy. Nació hace 33 años y se formó en música clásica y popular. En 2010 editó su primer disco, Zaz, que tuvo un éxito escandaloso e inmediato en Francia y que pronto empezó a trascender fronteras.
El año pasado salió el segundo disco, Recto Verso, con 14 canciones nuevas, entre propias y ajenas.
Es muy pronto para pensar en el lugar que tendrá esta artista en la historia de la canción francesa o de la música del sigo XXI, pero está claro que será un lugar de relevancia. Tiene el talento musical, la honestidad intelectual, la voz y el carisma como para convertirse en una gran estrella, que inspire a las generaciones venideras, como lo hizo Edith Piaf.
Artículo publicado en El Observador
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